¡Qué lindo que es poder compartir en armonía con los
hermanos!
Así comienza el Salmo 133, que es el pasaje donde normalmente
se abre la Biblia en la apertura de los trabajos en la logia. No es obligatorio
utilizar la Biblia en las tenidas, ni abrirla en ese Salmo, pero creo que es el
más representativo del trabajo que se realiza en una Logia. Habla de unidad,
¨ver habitar en uno solo a los hermanos¨. Somos un cuerpo, la logia, así como
representación del universo es también manifestación del cuerpo humano. Cada
uno tiene una función al igual que los órganos que lo componen. Si uno enferma, todos los demás se recienten. Es bello sabernos parte de un grupo y mejor aún, que ese
grupo se cuida así mismo, crecer, para trabajar, para ser.
En los antiguos linderos, conocidos como Landmarks, se
establece que debe estar presente el libro que contenga la doctrina religiosa
del lugar donde resida la Logia, lo que llevó a que el texto sagrado fuera no
solo la Biblia sino también el Corán, los himnos védicos, o los libros de
Confucio y cualquier otro libro que dicha sociedad considere sagrado.
Como somos un país republicano, con mayoría católica,
en general utilizamos la Constitución y la Biblia, generalmente abierta en el Salmo
133 que dice:
¡Mirad cuán bueno y cuán
delicioso es
Habitar los hermanos juntos en armonía!
Es como el buen óleo sobre la
cabeza,
El cual desciende sobre la barba de Aarón,
Y baja hasta el borde de sus vestiduras;
Y baja hasta el borde de sus vestiduras;
Es como el rocío de Hermón,
Que desciende sobre los montes de Sion;
Porque allí envía Jehová bendición,
Y vida eterna
El texto fue escrito
por el Rey David, nieto de Boaz y padre de Salomón creador del primer templo,
que fuera un lugar de encuentro de todos aquellos que venían de lugar lejanos, en
el momento en el que se sella la alianza. Así el templo surge como lugar y
espacio sagrado en el que confluye la energía de cada uno y que luego se recrea
en los demás.
En primer lugar me
llamó la atención la división tripartita del texto cuya primera frase “Mirad
cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía”
pareciera por si sola suficiente para decirnos todo lo necesario.
Vale la pena
destacar que hay un doble calificativo referido al hecho de convivir
en una fraternidad, no sólo se refiere a que se trata de algo bueno,
sino que se le agrega el ingrediente de placentero al calificarlo de
“delicioso”. Lo que nos lleva a pensar en algo más espiritual. En el placer de
ver a mis hermanos de intercambiar experiencias con ellos, en divertirnos
conversando en un ágape, etc.
Este párrafo
refleja el sentido mismo de la fraternidad, su doble ámbito de acción. No solo
debemos ayudarnos, apoyarnos y trabajar juntos, debemos disfrutar el compartir
nuestro tiempo. Debemos obtener PLACER Y PROVECHO.
El segundo párrafo
dice:
“Es como el buen
óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba de Aarón y baja hasta el
borde de sus vestiduras”.-
Obviamente es una metáfora
utilizando la figura de Aarón, hermano de Moisés quien llevo a oídos del pueblo
judío las enseñanzas de este, pues Moisés era tartamudo y además no sabía
hablar el bien el hebreo pues era egipcio y el hermano menor del Faraón. Al
hacer llegar la Palabra de Dios al pueblo, Aarón se convirtió en el primer Sumo
Sacerdote y jefe de la tribu de Cohen que compone la casta sacerdotal y la única
que puede acceder al templo.
El buen óleo al que
se refiere el párrafo era el ungüento sagrado que ser vertía ceremonialmente
sobre aquellos miembros destacados de la comunidad que se hacían merecedores de
un reconocimiento especial. Nótese que el derramamiento del mismo, en el texto
es generoso, abundante, a tal punto que produce el descenso sobre la barba
hasta el borde mismo de las vestiduras.-
Esta imagen nos
compara con Aarón, el más calificado de los hermanos, el que transmite el
mensaje sagrado, el que lo hace entendible al mundo profano. La fraternidad es
como ese aceite, perfumado y abundante que nos cubre, nos deleita, nos
dignifica, perfuma nuestras barbas, símbolo de sabiduría y respeto pero no
llega a enaltecer nuestras vestiduras, no toca aquello externo que tenemos,
aquella porción de profanidad que a veces nos invade. La fraternidad la supera
estableciendo vínculos diferentes con nuestros hermanos unidos no por los
intereses o posesiones materiales, sino por nuestros corazones, esa cadena de
unión que es la fraternidad, ese óleo que nos perfuma y nos distingue.-
El último párrafo
dice:
“Es como el rocío
de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová
bendición, y vida eterna”
El monte Hermón es
el más alto de Israel, de sus vertientes nace el río Jordán, sumamente
importante para el pueblo judío. Ese rocío que desciende a modo de bendición es
el regalo del cielo de uno de los elementos más necesarios: El agua. Y se
esparce sobre los montes de Sion (las alturas que rodean a Jerusalén), es decir
sobre todo lugar sagrado sin distinción.
La fraternidad es
como el agua, el elemento vital para cualquier forma de vida, su poder es
inconmensurable, de ella depende el crecimiento de cualquier agrupación. Se deben
recordar los beneficios, que recibe el hombre de parte de sus semejantes,
cuando vive en sociedad, la misma que se inclina a tender sus mantos
protectores en cualquier momento y sin excepción de razas, clases sociales, ni
de credos políticos o religiosos, con el fin de amparar y conservar el género
humano, y no dejar perecer al hombre aisladamente, abandonado a sus propios
esfuerzos.
Por último el
párrafo termina diciendo que “allí”, Jehová envía bendición y vida eterna.
El texto por un
lado nos indica que la fraternidad baja hacia nosotros como una bendición de
Dios y por otro que en ella encontraremos la vida eterna.
Al morir, nos damos
cuenta que las obras son las que nos trascienden y las que nos convierten en
inmortales. Entendemos que lo que nos va a trascender son nuestras ideas. Que
solo se nos recordará por nuestras obras y la estima que hemos sabido
conseguir. Allí está la inmortalidad, en el recuerdo de las personas con las que hemos convivido. En síntesis la
vida eterna la encontraremos en la fraternidad.
Por último, no
hemos de olvidar que Dios se hizo verbo y por tanto el sonido o la vibración
sónica que producen ciertos vocablos al ser usados nos promueven a estados que
nos permiten establecer la conexión perdida que hará material la unidad y la
armonía. Es por ello que al ser manifiesto el salmo en su lenguaje original; en
el lenguaje en que fue cantado por primera vez, nos acercamos a su esencia
sutil. Desgraciadamente eso no lo podemos hacer, pero comprendiendo su
contenido por medio de la razón, aun cuando nunca apreciemos su esencia sutil,
hay un recuerdo ancestral que nos permite captar su enseñanza.