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EL MANDIL


"Recibid este mandil, distintivo del Masón, y más honroso que todas las condecoraciones humanas, porque simboliza el trabajo. Única fuente de salud, del saber, de la virtud y de la riqueza. Os da derecho a sentaros entre nosotros, y sin el nunca deberéis de estar en logia".

Con estas solemnes palabras, el Venerable ciñe al neófito el mandil de aprendiz Masón.

Este símbolo representa para todos los francmasones un fuerte sentimiento de afinidad con nuestros hermanos. Al recibirlo, lo imprimimos en nuestra memoria como el primer regalo que  recibimos de la Masonería, es el primer símbolo sobre el que recibimos una explicación, y la primera evidencia tangible para el iniciado de que ha sido admitido en nuestra augusta orden.

En el mundo profano el mandil es un pedazo de tela, cuero o material impermeable que se sujeta al cuerpo a la altura del cuello o la cintura, para proteger la ropa durante los trabajos.

El Mandil, palabra de origen árabe que significa en español "delantal grande colgado del cuello",  es la indumentaria distintiva del Masón, sin la cual no puede ingresar a trabajar en logia, y simboliza el delantal de los obreros.


Su origen como vestimenta asociada al trabajo se remonta a la Biblia, cuando en el capítulo 3 del Génesis, versículos 21 al 24 dice: "E hizo Yahvé Dios para Adán y su mujer túnicas de pieles y los vistió. (21)  Y dijo Yahvé Dios: "He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal, ahora, pues, no vaya a extender su mano para que tome todavía del árbol de la vida, y comiendo (de él) viva para siempre" (22).   Después Yahvé Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase la tierra de donde había sido tomado (23).  Y habiendo expulsado a Adán puso delante del jardín de Edén querubines, y la fulgurante espada que se agitaba, a fin de guardar el camino del árbol de la vida. (24)".

Aquí las túnicas de piel se utilizan como vestido para trabajar sobre la Tierra. El mandil es tomado pues por la Masonería para simbolizar el trabajo físico del hombre sobre la Tierra, a través del cual logre perfeccionarse y dominar el  Arte de la Vida o Arte Real, a efectos de superar ese obstáculo supremo simbolizado por la espada flamígera , cuya función es custodiar el poder creador del hombre frente a las fuerzas inferiores que conviven en su propio interior.

Históricamente, además de encontrarlo en el texto bíblico citado, hay quienes sitúan al mandil en el antiguo Egipto asociado a las figuras de los Faraones, o entre los hebreos a los Esenios (grupo con algunas características similares a las tradiciones iniciáticas de la Augusta Orden que integramos)  quienes vestían a sus novicios con un manto blanco. En Persia, los Mithas investían al candidato a ser iniciado con un mandil blanco. Esta costumbre proviene de la creencia antigua multireligiosa y extendida, de que el asiento de los instintos animales es la región hipogástrica, y por lo tanto, debe cubrirse y protegerse en pos del pulimento espiritual, pues  desde el principio de las civilizaciones muchos pueblos usaron el mandil como símbolo místico




El mandil del Masón es generalmente de piel de cordero de 14" a 16" de ancho, con 12" o 14" de alto, con babeta de 3" o 4" de alto. Cuadrado y sin adornos. La innovación de adornados con lentejuelas, es de nuestros hermanos franceses, En cuanto a la manera de llevarlo, los aprendices Masones lo deben llevar con la babeta levantada, simbolizando así el anhelo de crecer espiritualmente, con el alma apuntando a las alturas. Cuando el mandil de adhiere al cuerpo se sostiene por una cuerda, la cual forma un circulo con respecto al cuerpo, simbolizando la cadena de unión.

El triángulo de la baveta representa el alma Masónica, cuyos tres vértices significan:
1. Tres hechos que meditar: Vida, Muerte y Eternidad.
2. Tres hechos que adoptar: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
3. Tres cosas que defender: Honor, Hogar y Patria.
4. Tres cosas que controlar: Conducta, Carácter y Lengua.
5. Tres cualidades que estimar: Rectitud, Valor y Gratitud.
6. Tres hechos que evitar: Robo, mentira y ociosidad.
7. Tres hechos que admirar: Voluntad, Dignidad y Lealtad.
8. Que el masón debe saber que: El ignorante grita, el inteligente discute y el sabio calla.
9. Que el hombre debe tener: Sabiduría, Fuerza y Belleza.

La geometría del mandil incluye: el cuadrado, el triángulo y tres ángulos, al tener la baveta levantada produce la forma de un pentágono como combinación del cuadrado y el triángulo, lo que nos da a conocer que la geometría desempeña un papel importante en las enseñanzas masónicas.




El reverso del Mandil del maestro está forrado de seda o raso negro, lo que es alegórico de las tinieblas, de la ignorancia y del misterio. Al centro del cuadrado deberá observarse un cráneo humano sobre 2 huesos en aspa, los mismos que representan: la muerte, el luto y la desolación.

La cara blanca simboliza: el día, la pureza, el trabajo, la sabiduría, la alegría, los bienes y la
vida. La cara negra simboliza la noche y la oscuridad, el reposo, la ignorancia, el dolor, los males y la muerte, el mandil se usa por el reverso únicamente durante los trabajos de Logia Fúnebre, en cuyo caso simboliza el luto, el reposo y la muerte.

Ya conocemos la explicación de los materiales y geometría del Mandil del Aprendiz; ahora veamos el significado moral. El triángulo es emblema del espíritu del hombre, el cuadrado representa la materia humana, y el polígono en el que se transforman el cuadrado y el triángulo por la forma en que usan el mandil los aprendices, simboliza el trabajo del iniciado al pretender modelar la piedra bruta, educar su espíritu para dominar la materia y moralmente lo obliga a entablar una lucha consigo mismo para dominar las pasiones que se consideran defectos propios de la materia, modelándose para vivir en armonía con todos sus semejantes.

La primera lucha que entabla un iniciado después de recibir su mandil, es combatir el error, las preocupaciones y la ignorancia, porque ellas retrasan el progreso de la humanidad hacia la luz. Debemos tener presente que el mandil en el sentido material, representa el trabajo del hombre, en este trabajo debe protegerse para no mancharse o lastimarse con las aristas de su piedra bruta, nos recuerda constantemente que nuestras acciones deben tener como base el dictado de nuestra conciencia, para que no nos corrompamos con falsas apreciaciones ni torcidas enseñanzas, lo que en realidad significa labrar la Piedra Bruta.

La talla de la piedra bruta, es decir, el trabajo individual realizado por el aprendiz, se vincula erróneamente a la idea absolutamente profana de libertad, cuando debería relacionarse con la noción iniciática de Liberación, puesto que el trabajo masónico es una obra colectiva.

Este frecuente error se debe a las lecciones masónicas del siglo XIX y la afirmación bien conocida y tajante: "El masón libre en la logia libre", de Oswald Wirth, que refleja un estado de espíritu individualista y profano, en tanto que la talla de la piedra bruta se efectúa en verdad por el individuo asociado, integrado en la asamblea de la comunidad de iniciados.

Juan Jacobo Rousseau en el Emilio  describe el trabajo como "la actividad del cuerpo, que trata de desarrollarse, y sigue la actividad del espíritu, que busca instruirse...";  "...que vuestro alumno no sepa algo porque se lo hayáis dicho, sino porque lo haya comprendido por sí mismo: que no aprenda la ciencia, sino que la cree.   Si en su espíritu se sustituye la autoridad a la razón, no razonará ya; no será más que el juguete de la opinión ajena".

Nos incita a no buscar el bien propio en la opinión ajena, sino en la conciencia y en las propias obras: no fuera, sino dentro de nosotros mismos.  Alentando una profunda conciencia de la dignidad de la naturaleza humana cuya espontaneidad y libertad constituyen un derecho del educando y una obligación de respeto por parte del educador y en definitiva un deber moral de todo hombre.

Rousseau plantea el principio de la personalidad bajo dos presupuestos:  el desarrollo integral y la actividad libre, condiciones interrelacionadas porque sólo quien representa en sí una totalidad espiritual es capaz de ser libre y sólo quien desarrolla libremente sus actividades naturales es susceptible de convertirse en una totalidad integral.  "Vivir --dice Rousseau en el Emilio-- no es respirar, es obrar, es hacer uso de nuestros órganos, de nuestros sentidos, de nuestras facultades, de todas las partes de nosotros mismos que nos dan el sentimiento de nuestra existencia".



Como corolario, digamos que todo el simbolismo masónico destaca la finalidad esencialmente operativa de la Orden cuyo nombre es sinónimo de construcción. Para lo cual es necesario realizar algo en el dominio, intelectual, moral o en el de la realización objetiva.

Así como el Mandil se coloca por encima de toda otra vestimenta, el Masón deberá ser, por encima de toda otra consideración, un trabajador, en el sentido más elevado.  Es decir, aquel que concibe y realiza una obra o actividad inspirada por un  ideal cuya característica distintiva es el amor a esa obra emprendida.

Desgraciadamente en nuestra cultura se asocia el trabajo a una debilidad y a la dependencia de un Jefe o patrón. Es en consecuencia una marca de inferioridad y por lo tanto indigna de un hombre de buena posición.
Para ser reconocido no alcanza con tener riqueza y poder, es necesario que estos sean puestos de manifiesto, porque la estima solo se logra ante la evidencia. Un cierto grado de ociosidad es considerado un medio de conseguir el respeto de los demás. La abstención del trabajo se convierte en marca de éxito económico y la aplicación al trabajo es signo de pobreza y dependencia. Surge así una Clase ociosa, cuyo rasgo característico es no hacer ninguna tarea útil de una manera ostensible. Sus ocupaciones son el gobierno, la guerra, los deportes y las practicas devotas. La abstención del trabajo no es solo un acto honorífico sino algo requerido por el decoro. De este modo el trabajo se convierte en algo indigno para quien ha nacido noble y libre.

Según Jaime Llacuna (Jefe del Área de Información y Documentación Técnica del Centro Nacional de Condiciones de Trabajo de España) esta idea viene transmitida en nuestra cultura como recopilaciones de signos cargados de un fuerte contenido semántico, otra cosa es que nuestra ignorancia consciente sea incapaz de reconocer en ellos la  base profunda de la conducta del grupo en el que le ha tocado vivir.

El signo “el trabajo es un castigo divino”, iconográficamente representado por la expulsión del Paraíso (donde no existía el trabajo) por los “trabajos” de los hijos de Adán y Eva y por las diversas condenas que los pueblos (anteriores a las reformas religiosas de SXVI) ha hecho del acto de “ganarse la vida con el sudor de la frente” un signo, como decíamos, profundamente “memético” (valga la expresión) profundamente relacionado con la malignidad del hecho de trabajar, tanto por lo que supone de esfuerzo como por los riesgos que conlleva. pero pocos saben la leyenda de Hiram, que modifica notablemente el esquema inconsciente en el que nos movemos (quienes no somos calvinistas) respecto de la citada “malignidad” del trabajo.

Dicen que una vez existió un señor llamado Hiram que era el mejor fundidor de Tiro. Dicho “trabajador” fue cedido por el Rey de Tiro nada menos que a Salomón, hijo de David, para que colaborara en la construcción del Templo (el Templo de Salomón) siguiendo las instrucciones que el Señor había dado al profeta Natán.

Parece ser que Hiram, el Fundidor había realizado un molde para una espectacular escultura de bronce y que debía producirse el “vaciado” en presencia del propio Salomón y, de como no, Balkis, reina de Saba.

Pero los traidores, que siempre surgen en estos casos, sabotearon la obra de manera que cuando se produjo el “vaciado” se rompió el molde, quedando abrasados por el bronce ardiente un montón de aguerridos contempladores (entre ellos uno de los negligentes ayudantes de Hiram, Benoni, que, sabiendo del sabotaje, no había informado a su jefe y que, autocastigo ejemplar, se arrojó directamente el bronce fundido cuando vio el estropicio). Una vez acabada la tragedia y entre la humareda del desastre, Hiram medita sobre el tema y sobre su profesión. Es en ese momento cuando de entre los restos de bronce surge un fantasmagórico personaje, Tubal Caín, que le  transporta al seno, donde habita el fuego eterno y los cainitas  (herreros, dueños del fuego).

Y Caín transmite a Hiram el “secreto” de la tradición luciferina, que es la que altera profundamente nuestra interpretación cristiana (posterior al Concilio de Trento) del trabajo.
El “secreto” es la existencia de dos dioses: Adonai (que creó al primer hombre, Adán, para que fuera su esclavo y juguete) e Iblis (que, compadeciéndose de la criatura, le proporcionó el espíritu, la inteligencia y la compresión).
Este Iblis sedujo posteriormente a Eva, compañera de Adán, naciendo del encuentro Caín.

Por lo tanto, de los amores ortodoxos de Adán y Eva surgió Abel y de los encuentros “luciferinos” de Eva nació Caín, sólo que este Caín era hijo del Dios de la inteligencia y de la comprensión y en consecuencia, el hijo tradicionalmente “malo” de la Biblia, se convierte en hijo “bueno” del secreto.

A raíz de esta maniquea situación (y el maniqueísmo fue también considerado una herejía), la confrontación bíblica entre Abel (el trabajador competente que agrada a Dios con su forma de actuar) y Caín (el delincuente, asesino, vago, incompetente y envidioso) queda modificada cuando este último cuanta a Hiram que a él siempre le habían tocado los trabajos pesados, los que nadie quería (trabajar la tierra, sembrar, recoger, pasar frío y calor, estando expuesto a los riesgos de este tipo de trabajo), mientras que Abel, (convertido en todo un “señorito”), estaba encargado de vigilar plácidamente los rebaños tumbado en placenteros prados.

Dada la paternidad que antes hemos contado, los sacrificios de Caín al Dios Adonai (deidad opuesta como recordaremos de Iblis, el padre de Caín) son rechazados.
El humo de su pira es negro y se desparrama por el suelo mientras que el humo del sacrificio de Abel sube blanco hacia el cielo. Caín se convierte en ese momento en el “santo patrono” de los sufridos trabajadores, explicándole a Hiram que todos sus descendientes trabajarán sin cesar para mejorar la suerte de los hombres.
La desgracia laboral de Hiram ha sido causa de una traición (incumplimiento de las reglas de la ética en el trabajo) y dicha desgracia le suma a los defensores de los hombres.

La compensación por ello, será que, secretamente, engendrará en la famosa Reina de Saba (bonito desplante por otra parte, al “empresario” de su empresa, el Rey Salomón), y este hijo será continuador (uno de los hijos de la viuda) de la defensa de los humanos. En contrapartida, será asesinado en el interior vacío y en plena edificación del Templo.


Moraleja:

Los “signos” que rigen inconscientemente nuestra forma de entender el mundo, pueden explicarse de muchas maneras. Los “buenos” no lo son y los “malos” suelen tener sus explicaciones para serlo. El trabajo duro y penoso (el trabajo cargado de “riesgos”) ha sido siempre considerado como la parte negra de la humanidad (y, lamentablemente sigue siendo idéntica la situación) y el “trabajo” sin “riesgos”, el trabajo de los privilegiados.

Los canteros de las catedrales de la Edad Media sabían muy bien de qué se les hablaba cuando les contaban esta leyenda (que popularizó Gérard de Nerval en su Viaje a Oriente). Los canteros leyeron los signos y los transmitieron a quienes quieran leerlos. Los canteros leyeron los signos que separan a los hombres injustamente y que les condenan a trabajos peligrosos y cargados de “traidores”, e intentaron hallar mecanismos de alerta, desgraciadamente muy poco escuchados.





¿A que se parece el simbolo de Google ?



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