En 324 d.C., Constantino, mediante el uso de alianzas
y asesinatos elimina a los otros tres gobernantes y logra la reunificación total
del Imperio Romano bajo su persona. Funda Constantinopla en lo que era la antigua
ciudad griega de Bizancio (actualmente Estambul, capital de Turquía). Había conseguido,
que sólo hubiera un emperador, una ley y una ciudadanía para todos los hombres libres.
Sólo faltaba una religión única para todo el Imperio.
Constantino se da perfecta cuenta de que si quiere
un respaldo religioso a su política, necesita
que las diferentes religiones admitan el origen divino de su poder, no porque
sea dios, sino porque dios así quería que fuera. Necesita que las diferentes
religiones respalden al Estado y unifiquen criterios en vez de entrar en una guerra
abierta por los creyentes.
Si bien Constantino no era cristiano, puesto
que era un adorador del Solis Invictus (la religión más popular de ese entonces
en el Imperio, que era el mitraismo), le gustaba la posibilidad de obtener un perdón
público de sus pecados por medio del arrepentimiento, que solo el catolicismo permitía,
luego de haber asesinado a su esposa y a algunos familiares.
Estaba también muy interesado en la convicción de los cristianos en
una hermosa vida eterna en el paraíso, para aquellos pobres que mantuvieran su fe.
Esto era muy importante porque, debido a la guerra civil de unificación del imperio,
el número de pobres había aumentado. Por otra parte, el cristianismo al tener un
férreo control moral, permitía un satisfactorio control de la población.
A fin de aunar las creencias era imperioso que hubiera
una sola cristiandad, uniformada al máximo posible e incorpore creencias paganas
y del mitraismo. Para ello convocó a los obispos a un concilio en Nicea cerca de su residencia
imperial en Constantinopla. De esta manera, las discusiones doctrinales o disciplinarias
de la Iglesia se convirtieron en problema de Estado.
Este Primer Concilio Ecuménico (es decir, universal), comenzó el 20
de mayo de 325, homenajeando el primer aniversario de la reunificación del imperio
y se prolongó unos meses. Vemos que, a imagen del propio imperio, este concilio
no fue convocado por la iglesia o uno de sus obispos, sino por un Emperador Romano.
La pretensión posterior del obispado de Roma de ejercer una superioridad jerárquica
sobre el resto de la cristiandad tiene mucho que ver con este deseo de uniformidad
imperial. Extrapolando la situación, Constantino hizo exactamente lo mismo que haría
el Gerente General de una gran empresa cuando dos de sus principales gerencias tienen
una visión divergente del modo de concluir un negocio... convocar una reunión.
El número exacto de los obispos que asistieron al concilio nos es desconocido,
pero al parecer fueron unos trescientos. Para comprender la importancia de lo que
estaba aconteciendo, recordemos que varios de los presentes habían sufrido cárcel,
tortura o exilio poco antes, y ahora, pocos años después, todos estos obispos eran
invitados a reunirse en la ciudad de Nicea, y el emperador cubría todos sus gastos.
La cuestión más escabrosa que el Concilio de Nicea tenía que discutir
para lograr la unidad de cristianismo era la controversia arriana sobre la trinidad.
Dado que Arrio era solo un sacerdote y no era obispo, no tenía derecho a participar
en las deliberaciones del concilio.
En la controversia teológica sobre la Trinidad, Arrio manifestaba que
hubo un tiempo en que el Hijo, atendiendo a su propia naturaleza de hijo, no podía
existir, puesto que es condición necesaria en las relaciones filiales que un padre
sea mayor que su hijo. Pero esta afirmación destruye evidentemente la coeternidad
de las tres personas de la Trinidad y da a entender que hubo una época en que no
existía la Trinidad. Y ponía en duda la divinidad de Jesús.
Para el Emperador no existía problema a la hora de
reunir a las diferentes religiones paganas o al mitraismo. El problema era, precisamente,
meter en el saco a los cristianos. Y Arrio fue la excusa perfecta. Aquí Constantino
también da muestras sobradas de ser un hombre de Estado. La doctrina arriana le
es más simpática que la fundamentalista ostentada por Osio - el arrianismo es más
acorde con su concepto de monarquía divina, el Hijo subordinado al Padre, al igual
que el César al Augusto-, pero entiende que es necesario perder algo para ganar
mucho.
Por esta razón, Constantino mismo presidió y dirigió activamente las
discusiones e inclinó finalmente la balanza a favor de los que decían que Jesús
es Dios y se llegó a la siguiente fórmula, que se conoce como el Credo de Nicea:
"Creemos en un Dios Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles.
Y en un Señor
Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir,
de la substancia del Padre, Dios de Dios;
luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial
al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en
los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne,
se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos
y los muertos. Y en el Espíritu Santo.
Al hacer el análisis del sentido del Credo, según
fue aprobado por los obispos reunidos en Nicea, resulta claro que el propósito de esta fórmula es excluir toda doctrina
que pretenda que el Verbo es en algún sentido una criatura.
En todo caso, los obispos se consideraron satisfechos
con este credo, y procedieron a firmarlo, dando así a entender que era una expresión
genuina de su fe. Sólo unos pocos se negaron a firmarlo. Estos fueron condenados
por la asamblea, y depuestos. Pero a esta sentencia Constantino añadió la suya,
ordenando que los obispos depuestos abandonaran sus ciudades. Esta sentencia de
exilio añadida a la de herejía tuvo funestas consecuencias, pues estableció el precedente según el cual
el estado intervendría para asegurar la ortodoxia de la iglesia o de sus miembros.
Constantino, pues, puso en vigor
las actas del concilio de Nicea y llegó a ordenar que el que encontrase algún libro
de Arrio y no lo quemase, fuera condenado a muerte.
En 313 promulga El Edicto de Milán que despenalizó la práctica
del cristianismo y se devolvieron las propiedades de la Iglesia. Antes de este edicto,
muchos cristianos habían sido martirizados en las diferentes persecuciones a las
que se habían visto sometidos. Tras el edicto se abrieron nuevas vías de expansión
para los cristianos, incluyendo el derecho a competir para las altas magistraturas
del gobierno, así como también ganaron una mayor aceptación dentro de la sociedad
civil en general. Los líderes cristianos alcanzaron una mayor importancia.
Constantino no oficializó el
cristianismo el cual no se convertiría en religión oficial del Imperio hasta el
final de aquel siglo (un paso que daría Teodosio en el 380 con el Edicto de Tesalónica).
Muchos consideran que Constantino
“creó”
la Iglesia Católica, e impulsó la doctrina de la Santísima Trinidad presionando
a los obispos reunidos en el Concilio
Consecuencias de la alianza
Pero, ¿Cuáles fueron las consecuencias
de que el Imperio Romano se aliase con el cristianismo?, ¿Cómo es posible que aquellos
Obispos obedeciesen al poder temporal congregándose en un concilio convocado por
un emperador pagano?
Constantino colmó de privilegios
a los cristianos y elevó a muchos obispos a puestos importantes, confiándoles, en
ocasiones, tareas más propias de funcionarios civiles que de pastores de la Iglesia
de Cristo. A cambio, él no cesó de entrometerse en las cuestiones de la Iglesia,
diciendo de sí mismo que era «el obispo de los de afuera» de la Iglesia. Las nefastas
consecuencias de este contubernio no fueron previstas entonces.
Las tendencias a la uniformidad
fueron consideradas por los emperadores como un medio sumamente útil del que servirse
para lograr la más completa unificación del Imperio. La mentalidad romana, exigió
la más completa uniformidad en las cuestiones más secundarias, como la fijación
de la fecha de la Pascua, la de Cuaresma (es decir el tiempo de ayuno anual del
cristianismo), las primeras discusiones sobre el celibato del clero, la institución
de las vírgenes consagradas, referencias al uso de imágenes y temas como el matrimonio,
bautismo, ayuno, excomunión, enterramiento, vigilias, o cumplimiento de la obligación
de asistir a misa.
Las costumbres y prácticas paganas
fueron penetrando cada vez más el carácter de la cristiandad ya que Constantino,
para atraer a los paganos a la nueva religión católica, traspuso a ésta los ornamentos
externos a los cuales los paganos estaban acostumbrados como el uso de templos dedicados
a santos particulares, ornamentados en ocasiones con ramas de árboles; incienso,
lámparas y velas; ofrendas votivas para recobrar la salud; agua bendita; fiestas
y estaciones, procesiones, bendiciones a los campos; vestidos sacerdotales, la tonsura,
el anillo de bodas, quizá el canto eclesiástico, el Kyrie Eleison, todo esto tiene
un origen pagano y fue santificado mediante su adaptación en la Iglesia.
También unificó el mitrianismo con el cristianismo.
Un buen ejemplo de ello es que el Festival del Nacimiento del Sol Invictus se celebraba
cuando la luz del día aumentaba tras el solsticio de invierno, en alusión al "renacimiento"
del sol. Este Festival corría desde el 22 al 25 de diciembre... -¿Les suena?-, curiosamente
resulta que es a partir del Concilio de Nicea cuando queda sentado que el 25 de
diciembre es la fecha del nacimiento de Cristo - no de Jesús, de Cristo- la fecha
de celebración de la Navidad es impuesto como tal en Nicea. El gorro que usan obispos,
arzobispos y el mismo Papa, la mitra, tiene su origen en el tocado que llevaban
los sacerdotes de Mitra. Incluso el halo que aparece en las figuras de los santos
rodeando su cabeza es una copia del que aparece alrededor de la cabeza del auriga
del carro del Sol Invicto.
Constantino estableció en Nicea una nueva religión
sincretizada, mezclando elementos del mitraismo, paganos y cristianos, rompiendo
definitivamente con las fuentes judías de las cuales procedía el cristianismo original.
En 315, Constantino hizo de la conversión al judaísmo un crimen
capital; tanto el judío proselitista como el cristiano converso eran reos de pena
capital.
Este nuevo cristianismo denominado catolicismo (del
griego, katholikós, universal) no se convirtió en la religión oficial en tiempos
de Constantino, pero devino la religión popular, la religión de moda, pues era la
que propiciaba el emperador. Es más, si el gobierno de Constantino no hubiera tenido
lugar, el catolicismo no existiría. Esta situación preparó el camino a su promulgación
como religión oficial del Imperio romano.
En el año 330 el emperador Constantino roba todos
los tesoros y las estatuas de los templos paganos de Grecia, para llevárselos y
decorar Constantinopla, su nueva capital del Imperio.
El gobierno de Constantino marca la época de la transformación
del cristianismo en un sistema político, y aunque en cierto sentido puede decirse
que este sistema se degradó hasta la idolatría. En el mundo moral como en el físico,
sucede que cuando dos cuerpos se chocan, ambos cambian de figura; el paganismo fue
modificado por el cristianismo, y éste por aquél.
La asimilación entre Iglesia y Estado favoreció fuertemente
la aceptación de estructuras profanas por parte del catolicismo. Las formas de organización
y el ceremonial cortesano marcaban de tal modo la imagen de la Iglesia, que muchas
veces quedaba oscurecida su misión espiritual en la historia. A consecuencia de
esta evolución, se impuso una diferencia, entre clérigos y laicos. Por la adaptación
de la jerarquía eclesiástica al rango de los honores civiles, rivilegios y títulos
de nobleza, el alto clero se separó abiertamente del pueblo. La originaria tensión
entre Iglesia y mundo quedó substituida por la diferencia entre clero y laicos.
En adelante se tiene por “espiritual” precisamente al clérigo - a quien está reservada
la instrucción- y ya no simplemente al bautizado.
Los
Textos sagrados
El Concilio de Nicea sirvió para acordar cuales textos
sagrados serían aprobados y cuales eliminados en la nueva religión aprobada por
el estado. Se eliminaron 25 textos bíblicos y más de veinte documentos de soporte,
entre ellos el libro de Enoc, los aprobados fueron condensados y re-interpretados,
convirtiéndose lo que hoy conocemos por La Sagrada Biblia. Esto nos dejó una herencia
incompleta de sabiduría de los textos originales, eliminando información de quiénes
somos, de dónde venimos, por qué estamos aquí y qué podemos esperar que suceda.
Desapareció toda información de la evolución de la
conciencia a través de la reencarnación.
Todo esto sin incluir los numerosos cambios y supresiones
que sufrieron las sagradas escrituras manipuladas por los seguidores de Constantino
en los sucesivos concilios con el fin de obtener una “Biblia” que los beneficiara
y se adaptara al dominio político y económico que tanto buscaban.
A partir del concilio de Nicea, la acción del hombre
durante su única vida determina si el hombre pasará el resto de la eternidad
en el cielo o en el infierno. Al ver el Universo con la óptica de una sola vida,
apareció la idea de un Dios injusto y arbitrario que determina el nacimiento de
las personas como ricas, pobres, sanas o enfermas por azar. Todo esto tuvo sentido
mientras el aprendizaje espiritual se realizaba a través de la oscuridad del sufrimiento,
el martirio o el sadismo inquisidor.
Pero este Concilio no sólo es curioso por eso. El
"Milagro" de Nicea también permitió quitar de en medio 266 evangelios
mediante la "intervención divina", que consistió en poner los 270 evangelios
bajo una mesa del salón del Concilio, cerrar la puerta con llave y pedir a los Obispos
que rezaran durante toda la noche para que dios pusiera sobre la mesa aquellos que
fueran inspirados por él. Claro que, a falta de actas, tampoco sabemos quién guardó
la llave durante la noche. Lo cierto es que a la mañana siguiente los evangelios
de Mateo, Marcos, Lucas y Juan estaban sobre la mesa. Sobrenatural o no, el responsable
del "milagro" debió de haber ponderado mejor la elección de estos cuatro
evangelios, pues los escogidos incurren en abundantes contradicciones lo que hace
imposible que sean, por llamarlo de alguna manera, fiables.
La elección de esos cuatro evangelios de entre los
270 existentes, tuvo como consecuencia la muerte de decenas de miles de cristianos
durante los tres años siguientes a la finalización del Concilio, porque la posesión
de cualquiera de los 266 restantes se tipificó como un delito.
Las bases del catolicismo moderno y de la censura
Sin embargo, lo más importante es que lo que resulta
del Concilio de Nicea es el catolicismo, con variaciones bastante pequeñas, que
hoy día conocemos. Aparece una organización como jamás ha existido. Se aprueba todo
lo relativo a las elecciones episcopales, los patriarcas y su jurisdicción, todo
lo relativo a la excomunión, la prohibición de abandono de sus iglesias por parte
de los clérigos, así como la prohibición de que Obispos, sacerdotes y diáconos pasen
de una iglesia a otra. En este concilio se llegan a sentar incluso las bases de
la liturgia que hoy día conocemos, pero también se le dan poderes a la nueva
iglesia para embarcarse en una campaña de censura a gran escala destinada a
silenciar a millones de disidentes a través del asesinato, la quema de libros, la
destrucción de obras de arte, la desacralización de templos, la eliminación de documentos,
inscripciones o cualquier otro posible indicio que pudiera poner en duda su derecho
a ejercer el gobierno del espíritu del hombre, y que condujo a occidente a unos
niveles de ignorancia desconocidos desde el nacimiento de la civilización greco-romana
–
A fin de ocultar el hecho de que no existía base histórica
alguna que justificase sus ficciones teológicas, el sacerdocio cristiano tuvo que
recurrir al deleznable crimen de destruir casi cualquier traza de lo ocurrido durante
los dos primeros siglos de la era cristiana. Lo poco que fue permitido que llegase
hasta nosotros lo habían alterado y distorsionado hasta dejarlo por completo carente
de cualquier valor histórico
Una vez que las autoridades eclesiásticas obtienen
el derecho legal de destruir cualquier obra escrita que se opusiera a las bases
sentadas en Nicea, entre los siglos III y VI, bibliotecas enteras fueron arrasadas
hasta los cimientos, escuelas dispersadas y confiscados los libros de ciudadanos
particulares a lo largo y ancho el imperio romano, con el pretexto de proteger a
la iglesia contra el paganismo. Se establece la pena de muerte para cualquier persona
que escribiera libros que contradijeran las doctrinas de la iglesia.
La construcción de iglesias sobre las ruinas de los
templos y lugares sagrados de los paganos no sólo se convirtió en una práctica común
sino también obligada para borrar por completo el recuerdo de cualquier culto anterior.
Sin embargo, hubo cierta justicia poética en todo ello. En Egipto, ante la imposibilidad
material de demoler las grandes obras de la época faraónica o de borrar los jeroglíficos
grabados en la piedra, se optó por tapar los textos egipcios con argamasa, lo cual,
lejos de destruirlos, sirvió para conservarlos a la perfección hasta nuestros días
y eso ha permitido que tengamos un conocimiento de antiguo Egipto más detallado
que el de los primeros siglos de nuestra era y, lo que es más importante, aquellos
jeroglíficos preservaron la verdad, ya que contenían la esencia y el ritual del
mito celeste que, casualidades de la vida, tiene una enorme similitud al mito evangélico.
Tras quemar libros y clausurar iglesias paganas, la
iglesia se embarcó en otra clase de encubrimiento: la falsificación por omisión.
La totalidad de la historia europea fue corregida por una iglesia que pretendía
convertirse en la única y exclusiva depositaria de los archivos históricos y literarios.
Uno de los mayores crímenes de toda la historia humana fue la destrucción de la
biblioteca de Alejandría en 391. Con todos los documentos importantes custodiados
en los monasterios y un pueblo llano degenerado al más absoluto analfabetismo, la
historia cristiana pudo ser falsificada con total impunidad, convirtiendo a una
religión de Estado en un Estado en sí misma.
Inmediatamente después de su legalización, la Iglesia
cristiana destruye muchos templos paganos, asesinando a sus sacerdotes. La reparación
de estos templos fue prohibida, y los fondos fueron desviados en favor del clero
cristiano. Promovió la persecución y la eliminación de los paganos que se negaban
a abrazar la nueva religión cristiana, destruyó muchas estatuas y tesoros de Grecia,
perdiéndose de esta manera valores culturales irrecuperables
El cambio en el mensaje
En primer lugar, el Reino de Dios del que hablaba
Jesús, es una propuesta conflictiva que se oponía al reino del César. Obviamente
el mismo Cesar encarnado en Constantino no podía ser el elegido por Dios para gobernar.
En segundo lugar la imagen del Dios que transmitió
Jesús a sus seguidores era el fruto de su experiencia personal de Dios que trasmitió
a sus seguidores, era la de un Padre cuya característica especial es ser misericordioso,
ama a los ingratos y malos.
Otro punto es dar centralidad a los pobres. Ellos
son los primeros destinatarios y beneficiarios del Reino. En el comportamiento que
tengamos con ellos se decide si heredamos o no la salvación (Mt 25 ,46).
Otro punto importante es la comunidad. Él escogió
a doce para vivir con él; este número doce es simbólico: representa la reunión de
las 12 tribus de Israel y la reconciliación de todos los pueblos, hechos Pueblo
de Dios. No el Dios de un pueblo que somete a otros pueblos y se impone.
Por último, el uso del poder. Sólo se legítima aquel
uso que es servicio a la comunidad y el portador de poder debe buscar siempre el
último lugar.
Este conjunto de valores y visiones es la Tradición de Jesús. Como se deduce, no se
trata de una institución, doctrina o disciplina. Lo que Jesús quería era enseñar
a vivir y no crear una nueva religión con feligreses piadosos de una institución.
La Tradición de Jesús es camino espiritual que puede adquirir muchas formas y que
puede tener también seguidores fuera de lo religioso y eclesial.
Constantino logró transformar esta Tradición de Jesús en una religión, la religión
cristiana: una organización religiosa en forma de distintas Iglesias, especialmente
la Iglesia romano-católica. Éstas se caracterizan por ser instituciones con doctrinas,
disciplinas, determinaciones éticas, formas rituales de celebración y cánones jurídicos.
La Iglesia católica romana en concreto se organizó en torno a la categoría del poder
sagrado, concentrándolo en manos de una pequeña élite que es la jerarquía con el
Papa a la cabeza, con exclusión de los laicos y de las mujeres. Ella detenta las
decisiones y el monopolio de la palabra. Es jerárquica y creadora de grandes desigualdades.
El poder temporal
Constantino representa el nacimiento de la monarquía
absoluta, hereditaria y por derecho divino, algo hasta entonces inusual en el
Imperio Romano que siempre conservó sus estructuras republicanas. Para Constantino,
el catolicismo vendría a ser la culminación del proceso unificador que había estado
obrando en el Imperio desde hacía siglos. Los cristianos, en adelante, no sólo deberían
obediencia a Dios, sino también al emperador. Constantino consigue aquello que se
había propuesto, la creación de una religión de Estado que respaldará su poder,
y con el tiempo todas las monarquías europeas católicas siempre hicieron hincapié
en que su poder fue entregado por el propio dios. Paradójicamente, con el devenir
de los siglos, acabaron siendo los monarcas quienes tuvieron que rendir obediencia
a los papas, herederos de los antiguos césares, y someterse a su voluntad
En cualquier caso, la formula monárquica absolutista,
sancionada por la Iglesia, e inaugurada por Constantino el Grande, tendría su continuidad
tras la desaparición del Imperio, a lo largo de toda la Edad Media y, en muchos
casos, hasta el siglo XX. Así, los monarcas medievales lo eran “Por la Gracia de
Dios” y los títulos “káiser” y “zar” eran transcripciones derivadas de la palabra
“césar”.
En parte, esta espectacular expansión del catolicismo
se debió a razones políticas, pues, al trasladar la capital del Imperio a Oriente,
(pasó de Roma a Constantinopla) muchas familias senatoriales romanas vieron en el
nuevo clero católico que se estaba preparando, la posibilidad de recuperar en Roma
una influencia política que habían perdido siglos atrás. Fue el nacimiento de una
nueva casta política: el alto clero romano que después desempeñaría un destacado
papel en la política europea medieval.
Estos primeros pasos iniciados en tiempos de Constantino
(274-337), fueron continuados por Teodosio (379-395) que lo oficializó como la única
religión reconocida en el Imperio. Con el declive del Imperio Romano se crearon
las condiciones para que los obispos, especialmente el de Roma, asumiesen funciones
de orden y de mando. Esto ocurrió de manera clara con el Papa León I, el Grande
(440-461), que fue proclamado alcalde de Roma para enfrentar la invasión de los
hunos. Fue el primero en usar el nombre de Papa, antes reservado sólo a los emperadores.
Adquirió más fuerza con el Papa Gregorio Magno (540-604), también proclamado alcalde
de Roma, y culminó más tarde con Gregorio VII (1021-1085) que se arrogó el poder
absoluto en el campo religioso y secular: tal vez la mayor revolución en el campo
de la eclesiología.
Los actuales hábitos imperiales, principescos y cortesanos
de toda la jerarquía, de los cardenales y de los papas se remiten especialmente
al Papa Silvestre (334-335). En su tiempo se creó una falsificación, la llamada
"Donación de Constantino", con el objetivo de fortalecer el poder papal.
En los últimos años de Constantino, los hechos históricos
se mezclan con la leyenda. Se consideró inapropiado que hubiese sido bautizado en
su lecho de muerte y por un obispo de dudosa ortodoxia (Eusebio de Nicomedia era
arriano), y de este hecho parte una leyenda según la cual el papa Silvestre I habría
curado al emperador pagano de la lepra. También según esta leyenda, Constantino
en agradecimiento le donó unos palacios al papa. En el siglo VIII aparece por primera
vez un falso documento conocido como «Donación de Constantino», en el cual, un recientemente
convertido Constantino entrega el gobierno
temporal sobre el Imperio de Occidente, incluida la misma Roma, al papa. Se
incluía en esa “donación”, el uso de las insignias y la indumentaria imperiales
(púrpura), el título de Papa, el báculo de oro, la capa sobre los hombros revestida
de armiño y orlada de seda, la formación de la corte y la residencia en palacios.
En tiempos del imperio carolingio, este documento
se usó para aceptar las bases del poder temporal del papa de Roma, aunque fue denunciado
como apócrifo por el emperador Otón III, y mostrado como la raíz de la decadencia
del Papado por el poeta Dante Alighieri. En el siglo XV el cardenal Nicolás de Cusa
demostró la falsedad del documento.
Gracias a estos documentos, la Iglesia católica ocupó
los denominados Estados Pontificios (Estados de la Iglesia) un conglomerado de territorios
básicamente centro italianos, que se mantuvieron como un estado independiente, bajo la directa autoridad civil de los Papas,
y cuya capital fue Roma entre los años 752 y 1870 cuando luego de una batalla Víctor Manuel II declara a Roma capital del flamante
reino de Italia. Hubo un conflicto hasta que en 1929 se firmaron los Pactos de Letrán
donde el papa reconocía a Italia como estado Soberano e Italia reconocía la Ciudad
del Vaticano como Estado independiente bajo la jurisdicción papal.
De cualquier modo, el mayor legado del emperador pagano
Constantino: la Iglesia católica romana, le ha sobrevivido hasta nuestros días con
escasos cambios, y constituye el último vestigio del antiguo Imperio Romano de Occidente
fenecido en el año 476, cuando todavía no existía ninguna de las actuales naciones
europeas.
De cualquier modo, el mayor legado del emperador pagano
Constantino: la Iglesia católica romana, le ha sobrevivido hasta nuestros días con
escasos cambios, y constituye el último vestigio del antiguo Imperio Romano de Occidente
fenecido en el año 476, cuando todavía no existía ninguna de las actuales naciones
europeas.
Se había acabado la primera etapa de cristianismo,
la que estuvo marcada por el paradigma de la comunidad. Las Iglesias tenían
relativa autonomía con sus ritos propios: la ortodoxa, la copta, la ambrosiana
de Milán, la mozárabe de España y otras. Veneraban sus propios mártires y
confesores y tenían sus teologías, como se ve en la floreciente cristiandad del
norte de África con san Agustín, san Cipriano y el laico teólogo Tertuliano.
Ellas se reconocían entre si y, aunque en Roma ya se esbozaba una visión más
jurídica, predominaba la presidencia en la caridad.
A partir del Concilio de Nicea se consolida una
presencia cada vez mayor del imperio romano. Se caracterizó por el paradigma de
la Iglesia como sociedad jerarquizada: una monarquía absoluta centrada en la
figura del Papa como cabeza suprema (cefalización), dotado de poderes
ilimitados y, por último, infalible cuando se declara como tal en asuntos de fe
y moral. Se creó el Estado Pontificio, con ejército, con sistema financiero y
legislación que incluía la pena de muerte. Se creó un cuerpo de peritos de la
institución, la Curia Romana, responsable de la administración eclesiástica
mundial. Esta centralización produjo la romanización de toda la cristiandad. La
evangelización de América Latina, de Asia y de África se hizo dentro de un
mismo proceso de conquista colonial del mundo y significó un trasplante del
modelo romano, anulando prácticamente la encarnación en las culturas locales.
Se oficializó la estricta separación entre el clero y los laicos. Éstos, sin
ningún poder de decisión (en el primer milenio participaban en la elección de
los obispos y del propio Papa), fueron jurídicamente y de hecho infantilizados
y mediocrizados.
Las costumbres palaciegas de sacerdotes, obispos,
cardenales y papas se afirmaron. Los títulos de poder de los emperadores romanos,
comenzando por los de Papa y Sumo Pontífice, pasaron al obispo de Roma. Los
cardenales, príncipes de la Iglesia, se vestían como la alta nobleza
renacentista, y así ha permanecido hasta la actualidad, para escándalo de no
pocos cristianos habituados a ver a Jesús pobre y hombre del pueblo,
perseguido, torturado y ejecutado en la cruz.